"...Fue muy diferente, por tanto, la manera en la que recordé, en adelante, mi pasión por una y por la otra. En cuanto a Vanessa, tuve que hacerlo en su ausencia, y así pude comprobar hasta qué punto el amor, cuando la amada nos falta, es capaz de impregnar las cosas más insospechadas. Naturalmente me entraba nostalgia de Vanessa cuando cogía el
cedé que me había regalado y miraba aquellas palabras, <
>, escritas en su rebelde y apresurada letra de molde. Pero también se quedó enrededada entre muchos otros lugares. Se quedó en la farmacia donde la conocí. Se quedó en el estanque del parque de las Cruces, frente al que había pasado la mayor parte de mi única tarde con ella. Se quedó en el portal donde ya no vivía, y en aquel botón del 4ºA del portero automático, que alguna vez, lo confieso, me acerqué a acariciar. Se quedó en el autobús que cogía, en la que había sid su clase, y hasta el chulo de Gustavo y en aquel asqueroso pelopincho de que la había visto despedirse delante de su bloque, a los que seguí tropezándome por el barrio y que con el pso del tiempo casi llegaron a inspirarme simpatía, porque ellos también formaban parte de mi recuerdo.
Me la he seguido encontrando, en fin, en muchísimas cosas, en tantas que parece mentira que fuera tan fugaz y escasa mi relación con ella. Quizá es que la huella que te deja alguien no depende el tiempo, sino de la intensidad. Todavía hoy me la encuentro cada vez que abro mi libro de alemán e intento aprender esa lengua que ella me dijo que adoraba..."
Fragmento del capítulo 19 "Otra definición de lo que es un amigo", del libro "Los Amores Lunáticos", de Lorenzo Silva.
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